En diecieis de agosto de 1936 visitó Burgos el General del Ejército del Sur Francisco Franco Bahamonde.
Los burgaleses se echaron a la calle desde las 8 de la mañana para saludar al bravo militar cuya labor nunca será bastante agradecida.
El general Franco llegó a Burgos a las nueve de la mañana y se dirigió al palacio de la División.
En los minutos que tardó en llegar a la plaza de Alonso Martínez, por las distintas calles que a ella confluyen comenzó a acudir público en tal cantidad que aquella adquirió un aspecto difícilmente descriptible.
Franco entró en el edificio de la división mientras en la calle seguían los vivas y las ovaciones reclamando el público la presencia en el balcón del ilustre viajero. Ante la insistencia de aquellas demostraciones, el general Franco salió acompañado de las demás personalidades al balcón principal de la División.
Terminado el discurso se retiraron a las autoridades del balcón, mientras el público entonaba el himno de Falange Española y saludaba con el brazo extendido.
Cuando momentos antes de las doce el general Franco salió del palacio de la división acompañado por los generales mola, Cavalcanti y García Álvarez con la intención de oír misa en la Catedral, en la plaza de Alonso Martínez todavía se encontraban numerosas personas de las que habían acudido para presenciar la llegada de general. El público prorrumpió en vivas y rodeó a las citadas personalidades materialmente, hasta el punto de que el general Franco, que tenía el propósito de dirigirse a la Catedral ocupando el automóvil oficial, hubo de seguir a pie.
De esta guisa, se llegó a la Catedral, cuya escalinata se encontraba completamente abarrotada de público. Los generales oyeron con unción la Santa Misa que concluyó momentos antes de las doce y media. Si en los anteriores actos relatados el entusiasmo del pueblo burgalés se puso de manifiesto de manera elocuente, puede decirse que donde se desbordó aquel y llegó a limites rayanos en lo indescriptible, fue cuando el general Franco y sus acompañantes salieron de sagrado Templo y cuando más tarde atravesaron el espolón.
El público abigarrado y entusiastico acogió la presencia de los generales Franco y mola en la explanada del Sarmental con una nutrida ovación, mezclada con ensordecedores vítores a los que ambos generales contestaban con saludos y sonrisas de satisfacción y gratitud. Sus acompañantes y milicianos pertenecientes a los partidos que se han unido al movimiento Salvador se vieron y se desearon para abrir paso con el fin de que pudieran avanzar los generales que a duras penas, estrujados por la multitud, pudieron descender por las caminatas hasta llegar a la plaza. Desde esta y con idénticos esfuerzos, llegaron al fin al Paseo del Espolón donde se desbordó el entusiasmo de modo extraordinario y de forma concluyente.
Al llegar a la entrada de la plaza de Prim, los generales, en medio de vivas al ejercito, a España, Franco, Mola etc, tomaron los coches, siendo despedidos con una frenética ovación. Los coches se dirigieron a la división nuevamente y otra vez ante el palacio se situó la multitud prorrumpiendo en ovaciones entusiasticas y calurosas, mezcladas con vivas. Ante el espectáculo que se ofrecía, nuevamente tuvieron que salir los generales al balcón del palacio y esta vez tuvo que dirigir de nuevo la palabra al público el general Franco. El brillante discurso del general Franco fue aplaudidísimo. Concluido el brillante discurso del general Franco, aparecieron en el balcón también los generales mola y Cabanellas. El general Mola, ante el magno espectáculo que se ofrecía a su vista, hizo varias placas, recogiendo aquel momento, mientras el público saludaba a la romana
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