A lo largo de toda la Biblia, se nos habla de que incluso las acciones que parecen pequeñas, tarde o temprano traerán una cosecha. Cuando vemos a una persona que nunca para de cosechar; es por la sencilla razón de que esa persona siembra constantemente, a diferencia de aquellos que lo hacen sólo en ocasiones, o de los que nunca siembran. Las personas egoístas que no siembran, prefieren culpar a la mala suerte, al gobierno de turno o al karma por sus infortunios. Sin embargo, quienes llegan a ser grandes en algo es porque le dedican al menos diez mil horas de vuelo a su pasión. No es suerte, no es karma; es constancia, disciplina... y siembra. Una buena cosecha es el resultado de innumerables siembras pequeñas, hechas de manera constante.
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