El martes 28 de enero de 1986, a las 11:38 hora local, el transbordador espacial Challenger explosionó 73 segundos después del lanzamiento, provocando la muerte de los siete miembros de la tripulación. La nave se desintegró sobre el océano Atlántico, frente a la costa del centro de Florida (Estados Unidos), en uno de los accidentes más graves en la historia de la aeronáutica.
La tragedia se produjo por un mal funcionamiento de las juntas tóricas, cuya función es asegurar la perfecta estanqueidad de los cohetes aceleradores o boosters. La noche anterior al lanzamiento fue especialmente fría, lo que hizo que las juntas no cerraran bien y se produjera un escape de gas. Dicha fuga perforó el depósito principal de combustible, que terminó envuelto en llamas. A raíz de esto, el Challenger quedó expuesto a un vuelo supersónico incontrolado, lo que provocó su desintegración.
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