Hubo una vez un adinerado señor que enfermó gravemente. No había nada que le aliviara ni calmara su dolor, tanto así que los médicos lo habían desahuciado. Ni con todo el dinero que poseía se salvaría. Después de buscar ayuda por todos lados, unos chamanes del pueblo coincidieron que sólo podría curarle el agua milagrosa, está agua era tan difícil de encontrar que no se conocía a nadie que lo hubiera logrado, pues muchos quisieron salvar a sus seres queridos y nadie lo consiguió.
Este señor tenía tres hijos, el mayor de los cuales decidió partir en busca de la exótica medicina.
- Sin duda, si logro que mejore, mi padre me premiará generosamente. -Pensaba, pues le importaba más el dinero que la salud de su padre.
En su camino encontró a un viejo hombre que le preguntó a dónde iba. - ¿Y eso a ti qué te importa?,¡Déjame seguir mi camino, viejo! –Le contestó.–El viejo, ofendido por el maleducado joven, utilizó sus poderes para desviarle hacia un sin fin de caminos en las espesuras de la frondosa selva, y por más que buscó mil formas, no pudo salir y allí quedó atrapado.
Viendo que su hermano no volvía, el mediano decidió ir en busca de la medicina para su padre: "Toda la recompensa será para mí."- pensaba ambiciosamente.
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