En diciembre de 2024, en una fría noche de invierno en China, un joven decidió grabar un vídeo desde la ventana de su apartamento, situado en un imponente edificio a más de 300 metros del suelo. Lo que comenzó como un intento casual de capturar la vista nocturna de la ciudad, terminó convirtiéndose en un evento desconcertante y espectacular.
Allí, flotando en la distancia, se encontraba un objeto extraño que desafiaba toda lógica. Era semitransparente, con una apariencia que recordaba a una burbuja gigante suspendida en el aire. Su superficie parecía tener una textura similar a una membrana cerebral, pulsando suavemente como si estuviera viva. A medida que el chico ajustaba el enfoque de su cámara, notó unos apéndices alargados y ondulantes que emergían de su estructura, moviéndose de manera orgánica, casi como si fueran tentáculos de una medusa alienígena.
El objeto, con su forma translúcida, emitía un brillo tenue que fluctuaba entre tonos plateados y azulados, y su movimiento parecía desafiar las leyes de la física, desplazándose lentamente pero con una gracia inquietante. Algunos lo habrían descrito como un ovni, mientras que otros pensarían en una entidad biológica desconocida, una forma de vida extraterrestre observando desde las alturas.
A medida que el joven seguía grabando, el objeto pareció reaccionar al foco de atención, elevándose un poco más alto antes de desaparecer en un parpadeo, dejando tras de sí un halo difuso que se desvaneció en el cielo nocturno. Cuando compartió el vídeo en redes sociales, se desató un intenso debate: ¿era un fenómeno natural, una burbuja biológica, un orb energético, o algo completamente fuera de este mundo? Lo único claro era que la escena que había capturado era tan fascinante como inquietante, una visión que permanecería en su memoria para siempre.
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