Nuño Rato, la impunidad cumple 18 años
El fotógrafo avilesino fue asesinado de cinco tiros en 1989 en Avilés, pero nadie cumple condena por el crimen l La mafia de la droga y la ultraderecha, entre los posibles autores
Acaban de cumplirse 18 años del asesinato del fotógrafo avilesino Alfredo Nuño Rato, uno de los crímenes más oscuros de la reciente historia asturiana y que mostró como pocos -como quizá sólo la trama avilesina de los explosivos del 11-M- la verdadera textura social y moral de una ciudad, Avilés, que atravesaba su momento socioeconómico más bajo. Aquel crimen destapó en su día una alcantarilla tan sucia que costó muchos años despejar el ambiente, y aún así hay personajes que siguen arrastrando el estigma de haber estado relacionados con el asesinato. De aquella alcantarilla salió el hedor de la mafia de la droga vinculada a la ultraderecha, para unos una invención, para otros una realidad que se palpaba diariamente en los parques atestados de toxicómanos, en las esquelas de una generación casi borrada del mapa. Pero hoy, las preguntas que entonces se plantearon siguen abiertas. ¿Mataron a Nuño Rato porque sabía demasiado o todo fue más simple y banal?
Hace tiempo que la Policía no mueve un dedo para solucionar este caso. Se escuda en que detuvo a los presuntos autores y que, si no se les condenó en 1995, fue por culpa de los magistrados. Y sin embargo, a la vista de lo ocurrido, no puede negarse que la instrucción fue muy deficiente.
El crimen se produjo poco después de las seis de la madrugada del 8 de septiembre de 1989, en la calle Llano Ponte, donde el fotógrafo -militante de las juventudes comunistas, conocedor de la noche avilesina- residía junto a sus padres, Corsino Nuño y Sonia Rato. Primero recibió una puñalada en el costado, en el portal de su edificio o en las inmediaciones. Entre diez y veinte minutos después -la sangre de la primera herida estaba ya coagulada-, recibió cinco tiros en las escaleras del ambulatorio, justo enfrente de su casa, donde que presumiblemente se dirigía para curarse. Una de las balas le atravesó el corazón y lo dejó fulminado.
Hubo tan sólo dos testigos. Un repartidor de periódicos observó cómo dos personas atravesaban a la carrera la calle hacia el ambulatorio. Tras oír los tiros, el bedel del ambulatorio vio alejarse a una persona que vestía cazadora vaquera, presumiblemente el autor de los disparos.
Nuño Rato, según las investigaciones policiales, había estado esa noche en las fiestas de Covadonga del barrio avilesino de Versalles, así como en otros dos locales de copas del centro de Avilés. Casi de inmediato comenzaron a surgir las hipótesis.
Llegó a hablarse de un crimen político, dada la filiación izquierdista del fotógrafo. Algunos medios de comunicación apuntaron a la posibilidad de que hubiese sido obra de un comando de extrema derecha. Llegaron a identificar incluso una playa como el lugar en el que se entrenaban con armas de fuego. El instructor del caso, el magistrado Julio García Lagares -presidente años después del Tribunal Superior de Justicia de Asturias- no hizo mucho caso de estas pistas y terminó archivando provisionalmente el caso ante la falta de avances en la investigación.
Habrían de pasar cuatro años para que el caso volviese a las primeras páginas de los periódicos, merced a las revelaciones autoinculpatorias de un extraño personaje, Milagros Gabela, «la Cuca», una joven con ligero retraso mental que confesó al fiscal que la muerte de Nuño Rato había sido un crimen por encargo. ¿El motivo? Una fotografía que habría realizado a un policía y otros cuatro individuos durante una compraventa de drogas.
La Cuca aseguró que había sido contratada para actuar como cebo en el crimen e implicaba a tres individuos: J. C. L. R., «El Chiqui»; J. R. F. R., «La Mona»; y S. P. G., «Pacho». Según la joven, el primero de ellos había realizado los disparos y el segundo le había propinado la puñalada. Para complicar más la cosa, La Cuca aseguraba que el crimen había sido ordenado por un conocido empresario avilesino.
La Policía obtuvo luego otros indicios. Por ejemplo, un amigo de Nuño testificó que El Chiqui había amenazado con matar al fotógrafo y que, tras el crimen, se había jactado de haberlo liquidado. Otro testigo aseguró haber visto al mismo hombre intentado vender la pistola con la que supuestamente fue asesinado el fotógrafo. Otra mujer aportó al sumario sendas cartas en las que se le amenazaba con seguir el camino del fotógrafo si revelaba lo que sabía del arma del crimen. Otras personas aseguraron haber visto cómo El Chiqui exhibía la pistola.
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