La laguna, en el límite entre Maldonado y Rocha, fue invadida en el último año por plantas acuáticas que complican la pesca, impiden los deportes acuáticos y suponen un riesgo ambiental. ¿A qué se debe esta inédita situación en un área protegida?
Laguna Garzón, un paraíso de agua dulce para redescubrir. Ese es el título de una crónica que publicó la revista Domingo de El País el 10 de enero de 2020. La foto principal era una imagen de la tranquila laguna con el puente allá al fondo y varias personas haciendo kite surf. Y la bajada, es decir el breve texto que resume parte del artículo, decía así: “Tiene playa, está cerca del movimiento, pero es un bastión sereno y natural para aficionados al deporte o aquellos que buscan unas vacaciones tranquilas”.
Pocas notas envejecen tan rápido. Cuatro años después, en la Laguna Garzón -en el límite entre Maldonado y Rocha y cerca de José Ignacio- no hay ni un solo deportista haciendo kite. Tampoco se ve gente caminando en la orilla. El sitio mantiene su calma, eso sí, pero en el agua una maraña de raíces y hojas tornan inviable cualquier deporte acuático y complican mucho la pesca. Y, además, generan riesgos ambientales en una de las 16 áreas protegidas de Uruguay.
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