En biología, nos referimos por adaptación de los seres vivos, al proceso en el cual estos desarrollan la capacidad de sobrevivir, ajustándose a cambios en su entorno, o en ambientes diferentes, modificando su forma física, su comportamiento, su fisiología y hasta su estructura molecular, que les hacen más aptos para sobrevivir y poder preservar su especie.
La adaptación biológica es la fuerza impulsora de la evolución, e incluye los cambios a nivel fenotípico, que pueden ser apreciados a simple vista, o bien a nivel molecular o interno, que experimentan los organismos con el tiempo, y con relación a las demandas selectivas de su ambiente, que les permiten sobrevivir mejor en un entorno cambiante.
Al desarrollar la teoría de la evolución natural, Wallace y Darwin propusieron la idea central de la selección natural, con la que sostienen que los rasgos de una especie, que se pueden transmitir o heredar, permiten que los organismos se adapten mejor al entorno, que aquellos organismos de la misma especie que carecen de ellos; permitiéndoles una mejor supervivencia y reproducción, dando lugar a la evolución de la especie.
Cuando el medio ambiente se modifica de manera natural, sea por la erupción de un volcán, por un cambio en el clima o por la falta de alimentos, sobreviven sólo aquellos organismos cuyas características les permiten obtener los recursos necesarios o aprovechar nuevas opciones para sobrevivir, a pesar del cambio en el medio ambiente; estas características adaptativas se irán heredando de generación en generación.
Estos rasgos heredados o adquiridos, se pueden presentar a través de tres tipos de adaptaciones biológicas:
Adaptación morfológica (o estructural): ocurren cuando se produce un cambio en el aspecto físico de un organismo. Muestras de éste tipo las apreciamos en el desarrollo de ventosas o garras trepadoras, alar para volar, aletas para nadar o piernas con potencial para saltar. Es el caso de las espinas de los cactus. En ambientes tan hostiles como los áridos, la vegetación se ha adaptado para protegerse más intensamente de los eventuales herbívoros, de la radiación UV y el exceso de calor. Las espinas son hojas adaptadas a una nueva forma, filosa y puntiaguda, que las defienden de los depredadores y de paso brindan una superficie para la condensación del agua, que en esos lugares no es muy abundante.
Por otra parte, tenemos a las Adaptaciones fisiológicas (o funcionales): este tipo se parece al anterior, ya que implican un cambio físico en la especie, pero, en este caso, se centran en los procesos y funcionamientos internos de los organismos; además, estas adaptaciones pueden ser incentivadas por un cambio en el entorno o bien por el comportamiento de otra especie. Por ejemplo, generar resistencia a enfermedades o a toxinas, desarrollar mayor inteligencia y mejoras de los sentidos. Adaptaciones de éste tipo, la encontramos en la glándula de sal de las iguanas marinas. Dado que se trata de reptiles que volvieron al mar en el curso de las generaciones, sus cuerpos no estaban adaptados inicialmente para la cantidad de sal que absorbían del agua marina que se acumulaba en su sangre, y que era potencialmente nociva. Así que sus cuerpos con el pasar de los años desarrollaron una glándula, con la que pudieran acumular la sal y expulsarla.
Finalmente están las Adaptaciones de comportamiento o etológica (o comportamentales): este tipo ocurre cuando un organismo cambia su forma de actuar naturalmente. Algunos ejemplos son cambios de vocalizaciones, de rituales de cortejo, de anidamiento o apareamiento, así como cambios en la estrategia depredadora, en métodos de comunicación o en los hábitos de alimentación. Ejemplo de lo anterior lo podemos ver en el cortejo de las aves del paraíso. Estas aves del género Paradisaeidade desarrollaron con las generaciones un mecanismo de cortejo, en el que extienden su plumaje muy colorido y lo acompañan de danzas elaboradas. Este cortejo permite que las hembras de la misma especie reconozcan a los machos disponibles para aparearse, evitando así la cruza con especies de aves similares. Esta adaptación conductual minimiza la cantidad de híbridos y maximiza la supervivencia de la especie.
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