Katiuska, Opereta en dos actos se estrenó en el Teatro Victoria de Barcelona, el día 27 de Enero de 1931. Sus libretistas, Emilio González del Castillo y Manuel Martí Alonso. Música de Pablo Sorozábal.
La acción transcurre en Ucrania inmediatamente después de la Revolución.
Acto I
Frente a una posada que se encuentra en las afueras de una aldea en el camino que va desde Kiev a la frontera con Rumanía, pasa un grupo de campesinos ucranianos camino del exilio. Boni, el joven posadero, y su tía Tatiana discuten con Koska, un fanático revolucionario que critica a los que huyen del país y al Príncipe Sergio. Llega de incógnito Pedro, comisario del Soviet que anuncia que el Príncipe logró escapar de la quema de su palacio. Miska, una fiera que resulta ser la mujer de Koska, se une a la discusión mientras Pedro pide que le sirvan la cena y se despide. Boni se queda entonces a solas con su novia Olga, que es una mujer hermosa y muy coqueta hasta que llega el Coronel Bruno Brunovich, un viejo cosaco que corteja a la joven y vive gratis en la posada porque tiempo atrás Boni fue su asistente y todavía le guarda un respeto castrense. Llega a la posada Amadeo Pich, un vendedor de media de Lérida que tiene la misión de saldar el impago de 62 pares de medias que Bruno compró a su empresa -La Corona Imperial- para regalárselas a Tatiana. A cuenta del nombre de la empresa se generan algunos equívocos divertidos que concluyen con la entrada en escena del Príncipe Sergio que trae consigo a la joven Katiuska. El tiene que proseguir su huida, pero confía el cuidado de Katiuska a Boni y a Bruno, dando a éste último unas monedas de oro para tal efecto.
El dinero trastoca las relaciones entre los personajes empezando por Bruno que sólo piensa en escapar con él. En medio de la confusión del final del primer acto, irrumpe violentamente un grupo de soldados del Ejército Rojo y avasallan a Katiuska hasta que reaparece en escena para defenderla Pedro que se enfrenta valientemente con los soldados y les pone en fuga. Mientras Pedro habla con Katiuska y Boni, el pueblo, que se ha enterado de que él es delegado del Soviet para cobrar los tributos, se amotina y organiza para prenderle. Ahora es Katiuska quien protege a Pedro ocultándole en la habitación. Pedro escapa y los demás vuelven a sus maquinaciones mientras Katiuska, asustada, se retira a su habitación y confiesa su amor por Pedro.
Acto II
Todavía es de noche, llegan noticias de las escaramuzas entre los campesinos y los soldados de la revolución, y aparece un músico vagabundo llamado Iván a quien permiten dormir con los perros. Iván, al oír la canción de Katiuska, se interesa vivamente por el pasado de la joven y ella comienza a desvelar retazos de su infancia que él rápidamente identifica. Seguro de haber desvelado la misteriosa identidad de la refugiada, Iván decide salir de la posada y encomienda a Tatiana el cuidado de Katiuska. Tras una escena cómica en la que Boni se rebela contra Bruno, aparece Pedro con sus soldados. Traen prisionero al Príncipe Sergio. Katiuska entonces confiesa su amor a Pedro y, después, le pide que libere al Príncipe pero él antepone su deber al amor que siente por Katiuska. Cuando Pedro sale con sus soldados, Olga, Bruno y Pich continúan organizando su fuga a París. Pedro regresa con Iván y otros prisioneros, y valiéndose de una argucia, hace que el Príncipe lo identifique como al Conde Iván, otro aristócrata proscrito. Efectivamente, Iván, amigo personal del Zar, había organizado una partida de nobles con el fin de rescatar a Katiuska Isanowa, la única superviviente de la familia real. A pesar de las evidencias Pedro se niega a creer la historia hasta que Iván se la detalla. Katiuska, hija de un amor ilícito y verdadero del Zar, había sido criada en el campo por su abuela al margen de todo. Al oír esto, la voluntad de Pedro flaquea y decide liberarles a todos dándoles un salvoconducto a costa de su propia vida.
Katiuska se niega a abandonar a Pedro, lo que ocasiona un enfrentamiento entre el Príncipe Sergio y él. Durante éste tiempo, Koska denuncia la actitud de Pedro al Comisario del Pueblo quien, al llegar, reparte justicia magnánimamente: perdona a Pedro, expulsa de Rusia a los nobles, promete al Príncipe un juicio y da a Katiuska la alternativa de marchar al exilio con los nobles como "princesa sin reino" o quedarse en Rusia como una "mujer del pueblo". Ella, sin dudar, decide quedarse con Pedro
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