Difícil no emocionarse... Juan Manuel Martín le dedica a su abuela una levantá. Sigo pensando que pobre de aquel quien quiera romper con la esencia de dedicar una llamá, en esa chicotá seguramente para quien le venía los kilos apretando los aguantó como no creía, porque la voz y el don de un hombre capataz (que todos no pueden serlo) le sirvió de fuerza y le donó de motivación para seguir. Gracias capataz, gracias
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