Santa Paula Isabel Cerioli, nacida como Costanza Cerioli el 28 de enero de 1816 en Soncino, Cremona, Italia, fue una religiosa italiana y fundadora de los Institutos de las Hermanas y de los Hermanos de la Sagrada Familia.
Proveniente de una familia noble y adinerada, desde temprana edad enfrentó desafíos de salud debido a su frágil constitución física.
A los 19 años, en 1835, sus padres arreglaron su matrimonio con Gaetano Busecchi, un viudo de 58 años.
Durante su matrimonio, Costanza dio a luz a cuatro hijos, pero tres de ellos fallecieron poco después de nacer, y su único hijo sobreviviente, Carlo, murió a los 16 años en enero de 1854.
Pocos meses después, en diciembre de 1854, su esposo también falleció, dejándola viuda a los 38 años y heredera de una considerable fortuna.
Tras estas pérdidas, Costanza experimentó una profunda crisis espiritual.
Con el apoyo de los obispos de Bérgamo, monseñor Pietro Luigi Speranza y monseñor Alessandro Valsecchi, encontró consuelo en la fe y decidió dedicar su vida al servicio de los más necesitados.
En 1857, abrió su hogar en Comonte para acoger a niñas huérfanas y, junto con seis compañeras, fundó el Instituto de las Hermanas de la Sagrada Familia, adoptando el nombre religioso de Paula Isabel.
Posteriormente, el 4 de noviembre de 1863, estableció la rama masculina, los Hermanos de la Sagrada Familia, dedicados a la educación y asistencia de niños huérfanos y jóvenes campesinos.
Inspirada en la Sagrada Familia de Nazaret, Paula Isabel promovió valores de humildad, sencillez y amor al trabajo en sus congregaciones, enfocándose en la educación moral y religiosa de los más desfavorecidos.
Falleció el 24 de diciembre de 1865 en Comonte, a los 49 años.
Fue beatificada el 19 de marzo de 1950 por el Papa Pío XII y canonizada el 16 de mayo de 2004 por el Papa Juan Pablo II.
Su festividad se celebra el 24 de diciembre.
Texto del Evangelio (Lc 1,67-79): En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
Pensamientos para el Evangelio de hoy.
* «Nosotros somos tu imagen, y Tú eres la nuestra, gracias a la unión que realizaste en el hombre. Por este inmenso amor es por el que suplico humildemente a tu Majestad, con todas las fuerzas de mi alma, que te apiades con toda tu generosidad de tus miserables criaturas» (Santa Catalina de Siena).
* «San Juan Bautista es el “precursor” inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino (cf. Mt 3,3); e inaugura el Evangelio» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 523).
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