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De lejos es una obra de arte, un retrato clásico. De cerca, casi parece una fotografía pixelada. El cuadro Edmond de Belamy se convirtió en octubre de 2018 en la primera obra creada con ayuda de una inteligencia artificial vendida en una gran casa de subastas. Christie’s de Nueva York lo adjudicó por 380.000 euros a un comprador anónimo. No era la primera creación elaborada con un algoritmo, pero sí la primera en alcanzar semejante precio. Elevado o no, sus autores aseguran que no fueron los responsables de su valor final en subasta, que superó 40 veces el precio de salida. Detrás de la composición están tres parisinos de 25 años. Se hacen llamar Obvious, no tienen formación artística y viven juntos en un piso bohemio y algo destartalado de París. Defienden su creación con vehemencia: “Somos artistas y nuestro objetivo es democratizar el arte creado con ayuda de la inteligencia artificial”.
Pero pese a que Christie’s ha acercado a los primerizos Pierre Fautrel, Hugo Caselles-Dupré y Gauthier Vernier a la alta cultura, su corta trayectoria no ha sido un camino de rosas. La venta de Edmond de Belamy, uno de los cuadros de la colección Belamy, acaparó las portadas de medio mundo. Lo que no esperaban los creadores fue la oleada de críticas. Se les acusó de tomar prestado el algoritmo de Redes Generativas Antagónicas (GAN) y de modificarlo mínimamente, aunque es de código abierto. Cuestionaron su escasa experiencia en el mundo del arte. “Nos afectó bastante. No lo esperábamos y dejamos de responder el teléfono. Estuvimos un tiempo sin conceder entrevistas porque necesitábamos desintoxicarnos de tanta exposición”, explica Fautrel.
Un año más tarde desde que decidieron embarcarse en el proyecto observan todo con más perspectiva. Ríen al recordar aquellos días “de locura” y se desenvuelven con soltura en las preguntas que cuestionan su trabajo. ¿Es arte? ¿Quién es el artista, la máquina o el hombre? ¿Existe el arte sin artista? Caselles-Dupré, el único de los tres que estudió Inteligencia Artificial, justifica que su proceso creativo es como el de cualquier otro autor. “Decidimos que nuestra primera colección de retratos fuera de clásicos. Buscamos y nutrimos la base de datos, elegimos el algoritmo, seleccionamos las imágenes que más nos gustaron, las imprimimos, las enmarcamos en un cuadro dorado y pusimos precio”, detalla.
Cuentan que de la experiencia han aprendido a superarse. Por eso ahora están mejorando el algoritmo y preparan ya su nueva colección, que estará inspirada en las estampas tradicionales japonesas. Fautrel no tiene dudas: “No es la máquina quien hace el arte, sino nosotros”. Después, las venderán.
Entrevista y edición: Noelia Núñez, Cristina López
Texto: Noelia Núñez
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