¿Alguna vez has sentido que hay algo invisible que te detiene, como si existiera un límite entre la vida que vives y la vida que podrías estar viviendo? Jacobo Greenberg, con su audaz exploración de la conciencia y la realidad, nos dejó un legado profundo: entender que la mente humana puede funcionar tanto como un puente como una cárcel. Y aquí radica la clave para manifestar lo que verdaderamente deseas.
En ocasiones, debes permitirte ser "malo". No te alarmes, no hablamos de maldad en el sentido convencional. No se trata de hacer daño ni de destruir. Ser malo, en este contexto, significa romper con los condicionamientos que te han mantenido atrapado en un ciclo de complacencia, miedo y mediocridad. Significa tomar el control de tu propia historia y reescribirla, incluso si eso implica desafiar las expectativas de quienes te rodean.
Desde el momento en que nacemos, firmamos un contrato social. Este contrato promete amor, aceptación y pertenencia, pero también tiene un precio: nuestra conformidad. Crecemos con la idea de que ser "buena persona" implica no molestar, no pedir mucho, no destacar. Pero ¿te has dado cuenta de cuántas personas, bajo esa apariencia de bondad, terminan renunciando a sus sueños más grandes?
Imagina que desde tu niñez, alguien ha ido colocando ladrillo por ladrillo un muro invisible a tu alrededor. Ese muro está formado por frases como "no seas egoísta", "sé humilde", "no llames la atención". Estas ideas, aunque bien intencionadas, crean un comportamiento que te mantiene dentro de límites seguros pero limitantes. La bondad que la sociedad acepta a menudo se confunde con obediencia. Nos enseñan a no desentonar, a no cuestionar, a no aspirar demasiado alto por miedo a ser rechazados o juzgados. Pero ¿te has detenido a pensar en todo lo que has dejado atrás por no querer encajar?
Bienvenidos a Despertar Interior, te recomiendo que te unas a nosotros en este increíble viaje de introspección.
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