Los habitantes de Sevilla llevan días buscando a Ángel Orellana, un hombre de nacionalidad ecuatoriana que ejerció de cura sin serlo durante siete años. Ofició eucaristías, casó y bautizó invistiéndose a sí mismo de la autoridad clerical necesaria. Sin embargo, el Obispado ha descubierto que su documentación era falsa.
Tras obtener la confianza del antiguo párroco y de los feligreses, comenzó a ejercer funciones propias de un sacerdote, pese a no haber sido ordenado como tal. Los habitantes del lugar aún siguen conmocionados por el descubrimiento.
El actual párroco ha calificado los sacramentos oficiados por el falso cura de válidos, aunque ilícitos, y ha propuesto soluciones de compromiso: repetir esos sacramentos, aunque sin necesidad de nuevas ceremonias.
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