00:47 Viajar a Mérida en carro.
01:58 La laguna de Mucubají.
03:19 El primer viaje a Mérida.
04:19 ¿Cómo es la carretera a Mérida?
04:53 Capilla de piedra en Mérida.
05:24 Hospedaje en Mérida.
07:06 Vía a Los Aleros en Mérida.
09:43 Nietos de Valentina Quintero.
10:24 ¿Cómo se hace el trigo en Mérida?
11:08 ¿Cómo se talla en madera?
12:12 ¿Por qué hay que viajar a Mérida?
12:36 Teleférico más alto del mundo.
14:53 Parapente en Mérida, ¿Cuánto cuesta?
17:15 Estación Pico Espejo en Mérida.
19:21 ¿Cómo se cultivan las truchas?
21:07 ¿Cómo se crea sentido de arraigo?
21:28 ¿Qué se hace con lana de oveja?
23:43 Jardín botánico de Mérida.
26:16 El bosque nublado de Mérida.
26:59 La casa del juguete en Mérida.
31:09 Estancia La Cañada en Mérida.
32:39 La naturaleza es el campo de juegos.
El viaje clásico de la familia venezolana. A Mérida por carretera, para ver la nieve, ponerse guantes y gorrito de lana. Pues para allá me fui a llevar a mis nietos Río y Teo a conocer las montañas, los páramos, para que vieran y tocaran los frailejones y comieran arepitas de trigo. El sentido de arraigo se cultiva desde la infancia. Nadie quiere lo que no conoce.
Así que junto a su mamá – mi única hija Arianna – y su papá – mi único yerno Gabo – arrancamos desde Caracas hasta Mérida, porque ese viaje solo puede hacerse por la trasandina para detenerse en los pueblos, ver el cambio progresivo entre las planicies llaneras y cómo se van acercando las montañas cuando comienzas a ascender, la variación del clima, las curvas del camino en esta viaje. La vía fue construida por los presos durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez y sigue siendo la única manera de llegar a Mérida, por vía terrestre, si vienes desde el centro del país. Hice este viaje con mi familia a los 8 años, a los 12, a los 15 y luego cientos de veces casada con el papá de Arianna, después de divorciada, con mis hermanos y nuestros hijos, ya haciendo Bitácora y también con Dos de viaje. Siempre en carro. Nunca me canso. Siempre descubro. Pero jamás lo había hecho con niños pequeños. Y mucho menos con nietos que no tenía. Rio de 4 años y Teo de 4 meses. Lo mejor de viajar con nietos es que también vayan su papá y su mamá. Asi que fue un viaje diseñado para los niñitos.
Nos quedamos primero en la Estancia Xinia y Peter en la Mucuy, mi hogar merideño. En la vía, comimos pasteles en Santo Domingo y luego entramos a la laguna de Mucubají que nos regaló una tarde gloriosa. Visitamos Los Aleros, el mítico parque diseñado por Alexis Montilla y Río deliró de felicidad al conocer otros tiempos, descubrir el gurrufío y las metras y luego lanzarse por el tobogán de cemento con su papá. Teo solo observa y es feliz pegado a la teta de su mamá. En la truchicultura Paraíso, Río gozó devolviendo las truchas a las piscinas para que siguieran viviendo. En el teleférico no podía entender por qué no debía correr si esa es su vida. Por ser tan pequeños, solo pudieron subir hasta la tercera estación, pero la Conquista y yo llegamos a Pico Espejo con un frío y un viento feroces. En la ciudad de Mérida también recorrimos el extraordinario Jardín Botánico, propiedad de la Universidad de Los Andes y mantenido por el cariño y entrega de los merideños. La euforia superior fue el museo del juguete de Mario Calderón. Ahí Río, Teo y Gabo deliraron. Río no encontraba para dónde ver. Imagínate una casa repleta de juguetes que cuentan la historia de cómo se fueron creando y diseñando los juguetes, antes de la aparición del plástico y la tecnología. Todos mecánicos. De cuerda o inmóviles. Además, Mario echando los cuentos del origen de cada uno. El asombro. Los ojos pelados. La visita más lúdica de Mérida. Lo más estremecedor fue apreciar las bondades de la crianza consciente de mis nietos.
Constatar la sensibilidad de Río en su conexión con la naturaleza. La seguridad con la cual brinca entre las piedras y la cautela con la cual determina lo que no es capaz de hacer. Sus riquísimas conversaciones llenas de lógica y creatividad. La fantasía que lo habita. Las negociaciones de la OEA, porque se razona. No se obliga, ni se atropella. Requiere una paciencia y un amor infinitos y Arianna y Gabo lo despliegan, aunque a veces colapsen. Teo es la placidez hecha bebé. Solo llora si tiene hambre o sueño. De resto, su vida es reírse y observar. El resto de los días los pasamos en la Estancia La Cañada, mi hogar en las montañas, donde gocé con Río buscando los colores del jardín. Él sabe que el mejor y más generoso patio de juegos es la naturaleza. El viaje a Mérida por carretera sigue siendo el clásico de la familia venezolana. Por eso indigna tanto que el régimen no mande gasolina.
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