Patakí de Elegguá.
Cuenta la historia que Elegguá, el orisha de los caminos y las encrucijadas, era un niño travieso que solía hacer travesuras en el pueblo. Un día, mientras corría por las calles, se topó con un grupo de personas que llevaban una gran carga de leña en la cabeza. Elegguá, curioso por saber qué llevaban, les preguntó qué era. Los hombres, un poco molestos por la interrupción, le respondieron de manera brusca y le dijeron que era asunto de ellos y que se fuera.
Elegguá, enojado por la respuesta, decidió gastarles una broma. Esperó a que los hombres pasaran por una encrucijada y movió la leña de su cabeza, haciendo que se cayera al suelo. Los hombres, enfurecidos, corrieron detrás del niño, quien escapó y se escondió en la casa de Orunmila, el adivino.
Cuando los hombres llegaron a la casa de Orunmila, este les preguntó por qué estaban persiguiendo al niño. Los hombres le contaron lo sucedido y Orunmila les dijo que no se preocuparan, que él hablaría con Elegguá para que no volviera a molestarlos.
Elegguá, por su parte, se arrepintió de su travesura y decidió pedir perdón a los hombres. Fue a su encuentro y les pidió disculpas, ofreciéndoles ayudarles a cargar la leña de nuevo. Los hombres, sorprendidos por el cambio de actitud del niño, le perdonaron y se convirtieron en amigos.
Desde entonces, Elegguá aprendió que sus travesuras podían herir a otros y que era mejor actuar con respeto y consideración hacia los demás. Por esta razón, se dice que Elegguá es el orisha que abre los caminos y las puertas, pero también el que guía y protege a aquellos que le respetan y le honran.
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