El periodista y escritor Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978) tiene "toda" la relación con el mar que pueda tenerse. Nacido, crecido y vinculado siempre a lo que el mar trae, alimenta y acompaña a lo largo de la vida de alguien. Se cría en el hostal que regentaba su familia en ese pueblo costero de Galicia, solitario en invierno, vivo y superpoblado por los turistas en verano, que marca su interés por la gente y la observación de todo lo que se encuentra a su paso, su pasión hasta hoy. "Esos amores de verano y esas amistades caducas es lo que está en el fondo en mi último libro", explica. Acaba de publicar 'Miss Marte', que no ha dejado de darle alegrías, tanto de la crítica como del público, que encuentran en esas páginas el arte de las palabras que también hace irreconocibles sus artículos en El País.
Es esta conversación con Mara Torres un viaje por algunos escenarios, una amalgama de recuerdos sobre la vida de Jabois, alguna que está en sus libros y artículos y otra que descubre a través de la madrugada. Relata así uno de los momentos más agridulces de su vida: "Mi abuelo estaba en la planta en la que la gente se iba a morir y ella en la que la gente". "No me va a dar la vida un espectáculo mayor, la mayor tristeza y la mayor alegría se juntaron en unos pocos metros cuadrados", añade.
Viaja también a sus primeros artículos, haciendo periodismo local en Galicia y su salto posterior a Madrid, una ciudad que, confiesa, desconocía por completo, que había sido siempre de paso. Pero la hizo suya, literal y figuradamente. Fue conociendo la ciudad gracias a un mapa que le compró su pareja de entonces, y que aún guarda, y que sigue mirando de vez en cuando. Las calles, que ya nombra como suyas en sus artículos (aunque le pese), dejaron de ser desconocidas, pero no todo fue tan acogedor como al principio, llegado y querido en la capital para escribir. "Llegué muy protegido y a los dos años me separé. De repente el silencio de casa y los juguetes de mi hijo sin él fueron desesperantes", explica. Reconoce que al lugar al que siempre vuelve, a su Salnés, es donde le gustaría terminar. "Morir en mi tierra", dice.
El adolescente que fue, al que ya le gustaba escribir "sobre mis rayadas", consiguió que le editasen un libro. "Quería ser Neruda, ese poeta de abrigo negro largo y una tuberculosis casi bienvenida", explica irónicamente. Ahora, en cambio, reconoce en sus versos, aquellos y otros posteriores, una gran vergüenza. "La respeto demasiado para manosearla, paso vergüenza yo solo, me quiero tirar por la ventana al leerlo", añade. ¿Por qué escribe ahora, Manuel Jabois?, pregunta Mara. "Porque he llegado a ese punto maravilloso en el que me lo paso bien, antes si había un plan prefería el plan antes que escribir", responde. Menos mal que la prosa no para su producción, con vergüenza y sin ella.
Cierra esta entrevista reencontrándose con sus "muertos". Entre ellos su abuelo, también el periodista, su gran amigo, David Gistau. "Leer el grupo de WhatsApp que teníamos con él era tan divertido que volver a leerlo, tras su muerte, me partía el alma", explica emocionado. Vuelve a estar con ellos al final de esta conversación, celebrando que hay que vivir con la muerte, no superarla. "Lo irremediable no se puede arreglar, pero puedes hacerte acompañar por ello", concluye.
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