Cuando el corazón se convierte realmente, eso se manifiesta en una transformación del carácter, pues los
convertidos se asemejan a Cristo. El orgullo no mora más en el corazón, el pecado parece abominable. El alma
convertida odia las cosas que depravan su sensibilidad moral. Odia lo que crucificó al Señor de la vida y de la
gloria. Los que están verdaderamente convertidos crecen en el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo,
y al aumentar el conocimiento de Cristo, ven más claramente dónde radica su propia debilidad, comprenden la
profunda depravación de su naturaleza. Comprenden la fuerza del pecado, y conocen el poder de sus viejos
hábitos... Diariamente se dan cuenta de su incapacidad para hacer cualquier cosa sin la ayuda de Jesucristo...
Cuando el pecador contempla al Cordero de Dios, ve más claramente lo que ha provisto Dios para quitar los
pecados del mundo. Ve la suficiencia y capacidad del Espíritu de gracia para cada conflicto...
El verdadero cristiano no rehusará ser abnegado por causa de Cristo. Los que son hijos de Dios son obreros
fervientes; no son siervos indolentes. No hay zánganos en la casa de Dios. Cada miembro de la familia de la fe
tiene una obra que le ha sido asignada... Si es estudiante en la escuela de Cristo, aprenderá la forma de dar
testimonio, cómo orar, cómo ser un testigo viviente para el Maestro...
El verdadero cristiano será un estudiante diligente y constante. Comprenderá que le falta sabiduría, fortaleza y
experiencia, y colocará su voluntad y todos sus intereses al cuidado del gran Maestro (Carta 12a, 1893). 65
Viernes 26 de febrero REDIMIDOS POR LA SANGRE DE CRISTOSabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con
cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y
sin contaminación. (1 Ped. 1: 18, 19).
"No sois vuestros... habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios" (1 Cor. 6: 19, 20). ¿Le devolveréis a Dios lo que ha rescatado con el precio
de su propia sangre? ¿Le daréis vuestras facultades de razonamiento; las apartaréis para su gloria? Son suyas;
las ha comprado por precio. ¿Os colocaréis en la escuela de Cristo, a fin de que vuestra conciencia sea
iluminada, para que sea una buena conciencia, un centinela fiel para guardar los más elevados intereses del
alma? Cristo ha comprado los afectos, ¿los malbarataréis, los pervertiréis? ¿Los enfocaréis sobre asuntos
indignos, los centralizaréis sobre seres humanos y haréis de la criatura, en vez del Creador, el dios de vuestro
culto? ¿O vuestros afectos serán purificados, ennoblecidos, refinados e íntimamente ligados a vuestro Creador
y Redentor?...
Dios no ocupará un corazón dividido ni reinará en un trono dividido... Llevad el yugo con Cristo y caminad
diariamente con Dios. ¿Cómo lo haremos? Aferrándonos de la ayuda que ha provisto Dios. El Señor ha dicho:
"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mat. 7: 7) (Manuscrito 60, 1894).
Dios nos ha comprado, y demanda un trono en cada corazón. Nuestra mente y nuestro cuerpo deben
subordinársele, y los hábitos naturales y apetitos deben ser sometidos a las necesidades más elevadas del alma.
Pero en esta obra no podemos depender de nosotros mismos. No podemos estar seguros si seguimos nuestra
propia dirección. El Espíritu Santo debe renovarnos y santificarnos. En el servicio de Dios no debe haber una
obra hecha a medias (SDA Bible Commentary, tomo 6, pág. 1088). 66
Sábado 27 de febrero
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