El miedo es un extraño en los caminos del amor. Identifícate con el miedo y te vuelves un extraño ante tus propios ojos. Y de este modo, no te conocerás a ti mismo. Lo que tu Ser es sigue siendo algo ajeno para la parte de ti que se cree real, aunque diferente de ti. En tales circunstancias, ¿quién podría estar en su sano juicio? ¿Quién sino un loco podría creer que él es lo que no es y juzgar en contra de sí mismo?
Hemos visto -antes en el Libro de ejercicios y en el Texto- una discusión similar de los intentos del ego de confundirnos sobre nuestra identidad. Este es un pasaje representativo que se refiere a que hemos acogido el miedo en la mente en lugar de la luz, y al doloroso precio que pagamos como resultado:
... El miedo y la aflicción son tus invitados y moran en ti, acompañándote dondequiera que vas. Pero la jornada tenebrosa no es el camino que el Hijo de Dios desea recorrer. Camina en la luz y no veas a los siniestros compañeros, pues no son compañeros dignos del Hijo de Dios, que fue creado de la luz y en la luz. La Gran Luz siempre te rodea e irradia desde ti. ¿Cómo podrías ver a los compañeros siniestros en una luz como ésa? Si los ves es únicamente porque estás negando la luz. Niégalos a ellos en vez de a la luz, pues la luz está aquí y el camino ha sido despejado. (T-11.III.4:4-10).
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