La maravillosa naturaleza de Llucena, en la comarca de l’Alcalatén, nos sorprende una vez más con un rincón espectacular envuelto por la leyenda: el barranco del Salt del Cavall flanqueado por imponentes muros pétreos.
Cuenta la leyenda que en las proximidades de este paraje tuvo lugar una de las muchas y cruentas batallas que hubieron en siglos pasados en nuestras tierras entre cristianos y sarracenos.
En esta, los musulmanes eran tan numerosos que estaban acorralando a los cristianos y obligándoles a retroceder ocasionando numerosas bajas entre sus huestes.
Ante tal empuje, los cristianos invocaron la ayuda del apóstol Santiago, como era habitual en estas lides y de ahí su apelativo de “matamoros”, quien acudió a socorrerles montado en su blanco caballo. Sin embargo, esta vez era tan feroz el ejército musulmán que ni él pudo hacerles frente.
Ante la pérdida irremediable de la batalla, Sant Jaume y un grupo de caballeros intentaban defender a las tropas en retirada haciéndose perseguir por el enemigo.
Viendo que estaba todo perdido, el apóstol espoleo su blanco caballo para que los sarracenos lo persiguieran a él. Cuando casi los tenía encima, golpeó la tierra que se abrió en un inmenso precipicio que parecía llegar hasta el mismo infierno. Con un milagroso salto de su caballo, Sant Jaume venció los 70 m que separaban los bordes de la garganta, pero todos los sarracenos se despeñaron al fondo de ella, pereciendo.
Y dicen que, en lo alto de este barranco, aún pueden verse grabadas sobre la roca las huellas de los cascos del caballo blanco en el mismo lugar en el que, cual Pegaso, saltó el precipicio.
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