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Por su singularidad, por su belleza o por su fragilidad, hay parajes muy especiales, comparables a un gran palacio o a una catedral. Lugares únicos como Las Médulas, la duna de Bolonia, las Bardenas Reales o el Roque Nublo que son perfectos para una escapada monumental
1
El meandro del Melero (Cáceres y Salamanca)
En la frontera natural entre Salamanca y Cáceres que forma la conjunción de la sierra de Francia y Las Hurdes surge este meandro tan característico del río Alagón. Pozas naturales y el silencio de los pinos y castaños son protagonistas de un espacio para la contemplación y la protección donde toca poner a trabajar los prismáticos para descubrir la presencia de especies icónicas y amenazadas, como el buitre negro o la cigüeña negra.
2
La Ciudad Encantada (Cuenca)
Figuras de formas casi humanas, pero moldeadas por los antojos calcáreos de este rincón de Cuenca, son un escenario fabuloso para regalar la retina de pequeños y mayores. Para ello basta realizar un sencillo recorrido por esa maravilla nunca olvidada que es la Ciudad Encantada, instalada en el imaginario de todas las generaciones de amantes de las naturalezas más arbitrarias.
3
Lagunas de Cañada del Hoyo (Cuenca)
En las montañas de Cuenca, los procesos geológicos se manifiestan en forma de cráteres y lagunas encantadas que cambian de color con las estaciones. Las Torcas de los Palancares, dolinas de hasta 500 metros de diámetro y 100 de profundidad, y las siete lagunas de Cañada del Hoyo, torcas inundadas por aguas freáticas, forman parte de una ruta kárstica que incluye la Ciudad Encantada y el paraje de Las Majadas. Las lagunas son un frágil ecosistema donde todavía sobreviven algunos de los últimos galápagos europeos. A su tranquilidad se une el rumor de la brisa que sobrevuelan areces, quejigos y tejos.
4
Las Médulas (León)
Los romanos explotaron aquí una de las mayores minas de oro a cielo abierto de su imperio, donde pusieron en práctica su ingeniería más avanzada, alterando un paisaje que hoy es una inusual muestra de los encantos del Bierzo leonés, en un ambiente cargado de misterio e imposible de concebir sin la mano destructora del ser humano. Castaños y robles luchan por recuperar un territorio que fue declarado bien de interés cultural en 1996, patrimonio mundial de la Unesco un año más tarde, monumento natural en 2002 y espacio cultural después. Casi nada.
5
Gredas de Bolnuevo (Mazarrón, Región de Murcia)
El salitre y el viento han erosionado estas areniscas costeras para formar un peculiar entorno de aire fantasmagórico. Este paisaje encantado en primera línea de playa es habitual escenario de 'performances' artísticas, objeto de deseo de fotógrafos y rareza natural protegida a los pies de la sierra de las Moreras, en Mazarrón.
6
Roque Nublo (Gran Canaria)
Alzándose sobre los abruptos contornos del municipio de Tejeda, en el centro geográfico de Gran Canaria, surge un grupo de emblemáticas formaciones volcánicas, como el Roque Nublo, un monolítico afloramiento basáltico de más de 70 metros de altura, o el Roque Bentayga, lugar de culto de los antiguos pobladores de la isla.
7
Los Barruecos (Cáceres)
Incontables bolos graníticos esparcidos aquí y allá, entre grandes charcas, forman parte de la cuenca del río Salor, hogar de nutrias y tritones. Se trata de un paraje, a pocos kilómetros de Cáceres, donde convergen dos zonas de especial protección para las aves, la sierra de San Pedro y los Llanos de Cáceres. Este edén ornitológico acoge, además, una de las grandes reservas de cigüeñas de España, lo que confiere al paisaje un aspecto muy nostálgico.
8
Ojo Guareña (Burgos)
En la comarca burgalesa de Las Merindades, encontramos un auténtico laberinto subterráneo, compuesto por más de 110 kilómetros de galerías, el complejo kárstico más grande de la Península y uno de los más grandes de Europa. En una de ellas se encuentra el complejo kárstico de Ojo Guareña, uno de los conjuntos de cuevas más extensos del planeta; grutas que fueron habitadas desde hace 70.000 años hasta la Edad Media. De marzo a diciembre se pueden visitar la cueva de Palomera y la ermita-gruta de San Bernabé (en la imagen), llena de pinturas murales de los siglos XVII y XVIII. Por el exterior vuelan las águilas reales, los búhos, los buitres leonados y los halcones peregrinos. El lugar es también un punto fantástico para emprender numerosas rutas de senderismo por los alrededores.
9
Bardenas Reales (Navarra)
Este parque natural navarro, que también es reserva de la biosfera, constituye uno de los paisajes más conocidos de Navarra: desierto de arcillas y areniscas, territorio de formas improbables que desafían la gravedad y la imaginación, con un aspecto fiero y cinematográfico. Se puede inmortalizar este vasto territorio a golpe de obturador, sobre todo cuando el sol arranca contrastes a sus caprichos geológicos.
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