Homilía pronunciada por Monseñor Abraham Luis Paula, en la Solemnidad de la Natividad del Señor, en la que nos que invita a la reflexión sobre el misterio de la Encarnación. En sus palabras, el Prelado señaló el corazón de la Navidad, aquel momento en que el Verbo eterno de Dios, resplandor de la gloria del Padre y fuente inagotable de vida, descendió para habitar entre los hombres, revistiéndose de la humildad de nuestra carne para elevarnos a la dignidad de hijos de Dios.
Con un tono solemne y místico, Monseñor nos llamó a contemplar el pesebre de Belén no como un hecho aislado del pasado, sino como la revelación eterna del amor divino que transforma la historia y redime nuestras vidas. “En el humilde pesebre de Belén, el Altísimo se ha hecho pequeño, y el Infinito se ha revestido de nuestra fragilidad”, proclamó, recordándonos que este misterio sagrado trasciende todo entendimiento y nos invita a la conversión del corazón.
Su homilía se escuchó como un canto de esperanza y reconciliación, un llamado a abrir nuestras vidas al divino Niño, quien, envuelto en pañales pero revestido de gloria eterna, viene a iluminar nuestras tinieblas con su luz y a llenarnos de la paz que el mundo no puede dar. Al final de sus palabras, Monseñor exhortó a los fieles a vivir este don supremo con humildad y fe, y a proclamar con sus vidas el cántico eterno de los ángeles: “¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres amados por Él!”
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