DESPOBLACIÓN EN ESPAÑA
Una extensa parte del territorio español está deshabitado: el 52% de la población vive en ciudades de más de 50.000 habitantes, mientras que apenas un 3,2% vive en municipios de menos de 1.000. Estos pequeños municipios, que se enfrentan a un goteo continuado de un éxodo de población (se calcula que muchos de ellos están abocados a la desaparición en los próximos años ante la falta de reemplazo generacional) representan el 61% de los municipios de España. Existen más de 1.200 pueblos y pedanías con menos de 100 habitantes, la mayoría repartidos entre Guadalajara, Burgos y Soria.
El territorio que engloba áreas de las provincias de Soria, Teruel, Cuenca, Guadalajara y Burgos, conocido como La Serranía Celtibérica, es la zona de mayor despoblación europea junto a Laponia.
Este espinoso mapa demográfico es consecuencia de una continua y acusada despoblación de la España rural, que en términos de superficie supone la mayor parte del país. Según datos de población del INE, la España rural se desangra demográficamente a un ritmo medio de cinco habitantes menos cada hora. En el último trienio, la España rural ha perdido población a un ritmo promedio de 45.000 habitantes menos cada año. En el último año, Zamora es la ciudad que más habitantes ha perdido, según el INE: 3.002 menos que en 2016. Cuenca y Ávila le siguen, con una pérdida de 2.353 y 1.814 habitantes respectivamente. En Zamora, el 93% de los municipios tienen menos de 1.000 habitantes.
Por comunidades, Soria es la zona más despoblada con apenas una densidad de 8,79 habitantes por kilómetro cuadrado, según datos del INE, y su población continúa disminuyendo: entre 2016 y 2017 perdió 1.137 habitantes. De los 183 municipios que tiene Soria, solo once tienen más de 1.000 habitantes, 164 tienen menos de 500 y, de estos, la mayoría (116) no pasan de cien empadronados. Algunas de esas localidades se quedan totalmente vacías en invierno. Teruel, Cuenca y Huesca la siguen en la lista, con densidades de 9,25, 11,73 y 14,13 habitantes por kilómetro cuadrado respectivamente.
El ritmo al que se está despoblando la mayor parte de España resulta problemático en múltiples vertientes: económica, patrimonial y medioambiental. Esto se traduce en peor acceso a los servicios públicos, desde sanidad a educación o transportes; un creciente envejecimiento de la población y mayores ratios de desempleo o emigración a otras comunidades/núcleos urbanos. Según un último estudio de Eurostat, en España más del 50% de la población que vive en las áreas no urbanas está en riesgo de pobreza y exclusión frente al 31% de las ciudades.
Al éxodo rural se añade el creciente envejecimiento de la población española, exacerbado en las zonas rurales: en 2017 fallecieron 423.643 residentes en España, un 2,3% más que en 2016. La diferencia entre nacimientos y fallecimientos alcanzó un récord negativo, -31.245. Según las previsiones del INE, en el año 2050 las personas mayores de 65 años serán más del 30% de la población.
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