En los últimos años, la preocupación y el debate público sobre el daño ambiental y el cambio climático, y sus impactos sociales, han aumentado drásticamente. El cambio climático puede tener un impacto directo en los costos de una organización.
Las instituciones financieras que no evalúan el riesgo climático en sus carteras, o que no cubren o desinvierten sus exposiciones en consecuencia, pueden ver que algunos de sus activos pierden un valor significativo con el tiempo. Por lo tanto, para las instituciones financieras es prioritario realizar una autoevaluación de su madurez en la gestión del riesgo climático. Esta evaluación les permite identificar la exposición al cambio climático, divulgar sus hallazgos y desarrollar estrategias de mitigación.
¿Cómo hacerlo? A medida que los reguladores se esfuerzan por garantizar la estabilidad del sistema financiero frente a los riesgos climáticos, los bancos deben comenzar a planificar sus estrategias para gestionar estos mismos riesgos. Contar con los datos, los procesos, la gobernanza, las políticas, los modelos y la infraestructura adecuados garantizará que no solo midan y gestionen los riesgos físicos y de transición, sino que también identifiquen nuevas oportunidades comerciales que surgirán a medida que nos dirigimos hacia un futuro más verde.
¿La clave? El aprovechamiento de los datos por medio de ciencias como las de la analítica avanzada y soluciones avanzadas para la gestión de riesgo.
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