Ezequías, rey de Judá, buscó al Señor con fervor, destruyó altares paganos y restauró la adoración en el Templo. Enfrentó al rey asirio Senaquerib con fe, y Dios lo salvó. Tras una enfermedad mortal, Ezequías clamó por misericordia y recibió quince años más de vida. Su imprudencia al mostrar tesoros a babilonios llevó a una advertencia de juicio, pero su humildad postergó el castigo. Su historia ilustra el poder de la oración y la fidelidad a Dios.
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