00:00 El legado para mis nietos.
01:20 En avión desde Canaima hasta Santa Elena de Uairén.
03:04 Llegada a Santa Elena de Uairén.
04:43 Quebrada de Jaspe en la Gran Sabana.
06:57 Soroape en La Gran Sabana.
07:59 Carretera de la Gran Sabana.
08:30 Salto Yuruaní en La Gran Saba.
09:37 Posada Kumarakapay en La Gran sabana.
10:08 ¿Cuál es la comunidad más grande de La Gran Sabana?
13:00 ¿Qué significa Kumarakapay?
14:01 Yenchitón o aguas calientes en La Gran Sabana.
15:53 La Guáchara en La Gran Sabana.
16:20 Acampar en La Gran Sabana.
18:34 ¿Cómo botar las heces en La Gran Sabana?
19:40 Ser mamá en La Gran Sabana.
21:02 La Conquista tratando de acampar.
22:01 ¿Cómo es lluvia en La Gran Sabana?
24:18 La experiencia de acampar por primera vez.
24:56 Odimar: mi guía de La Gran Sabana.
25:37 Salto del Kamá en La Gran Sabana.
26:28 La Piscina en La Gran Sabana.
27:21 Santa Cruz de Mapaurí en La Gran Sabana.
27:59 ¡Me cantaron cumpleaños en Mapaurí!
Todas las veces que he ido a la Gran Sabana, desde que tenía 20 años hasta hoy – es decir 50 años después – han sido viajes reveladores. Recorridos de infinito asombro que me transforman para siempre. La naturaleza me dice la verdad. Me resuelve angustias. Me pone radiante. La plenitud se me instala en cuerpo y alma. Ninguna otra región de Venezuela me marca de esta manera tan contundente. Y si bien es cierto que yo quiero enseñarle toda Venezuela a mis nietos antes de morirme, tenía un afán especial con cumplir mis 70 años en la Gran Sabana y que fuera junto a ellos. Las décadas son definitorias. Creo en celebrarlas donde corresponde. Y no ando preguntando a astrólogos. Para nada. Le pregunto a mi alma. Los 60 fueron en estas tierras donde se originó el planeta y fue una década gloriosa en mi vida. Me convertí en abuela y también en Youtuber. Me enamoré. Aprendí que era capaz de hacer mis propios videos. Me volví más creativa que nunca. La vida me enseñó que lo que sea que haga con verdadero empeño y convicción lo voy a lograr. Entonces armé un viaje. No tal cual como había pensado, que era por carretera desde Caracas, parada en Puerto Ordaz y luego la sabana. Pero sí en avión Caracas – Canaima y luego Canaima – Santa Elena de Uairén. Entendí y acepté el argumento de mi hija Arianna de que esos trayectos de 10 horas no son para niños pequeños. Total, mi afán de llegar a la Gran Sabana se cumplió. El vuelo con total visibilidad cruzando el Parque Nacional Canaima de un sector al otro fue apoteósico. En Santa Elena de Uairén nos esperaban Odimar y su familia, amigos y guías de siempre.
Desde la primera parada en la Quebrada de Jaspe supe que mis nietos Río y Teo serían dichosos. Son niños silvestres. De agua y naturaleza. Caminaron por esa piedra roja sorprendidos, pero sin temor. Era toda para ellos porque no estábamos en temporada y tampoco fin de semana. Plena época de lluvia. Los ríos caudalosos. Y así fue en cada salto. En cada río. En cada poza. Caminaron por las piedras y por el pantano. Por los senderos y por la sabana. Mientras la cascada del río Yuruaní caía desaforada, Río y Teo consiguieron pozas amables en la sabana de piedras y ahí se bañaron, metían pies y manos. La naturaleza convertida en un parque de diversiones para ellos dos. Se lanzaron en la Piscina y Río experimentó la corriente en Soroape con su papá al lado. Conocieron los puri puris, la plaga malandra de la sabana que se afincó en sus piernas, brazos y cara. Pero no lo convirtieron en tragedia ni lamento porque la sabana los estaba compensando con un sol impensable en época de lluvia. La acampada fue ruda. Era la primera vez de ambos. Río a sus 4 años y Teo a su año y dos meses. Junto a una poza que requería un senderito para bajar. Amanecimos bajo una contundente lata de agua que duró toda la noche. Río resolvió hacer de madrugada pipí y fue una complicación para su papá, pero no para él que siguió durmiendo luego feliz. Pero nunca hubo quejas de ninguno. La preocupada era su mamá. Para ellos fue una aventura novedosa. A lo mejor piensas que están muy pequeños para un viaje así. Yo sé que no lo olvidarán. Que esos momentos los hacen crecer. Y que cuando algún día vuelvan a la Gran Sabana, en algún lugar de su memoria se activarán estos instantes, regalo de su abuela Tina.
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