En estas últimas semanas del COVID, la muerte nos está llegando de una manera descarada y descarnada. Nos abruma con sus cifras diarias y cada vez con más frecuencia nos toca de cerca, dentro de nuestras comunidades religiosas, de nuestros grupos, de las casas de nuestras familias o amigos. De pronto nos rodea y nos asalta. Nos obliga a tener que convivir diariamente con ella.
Son tiempos extraños. Nos encontramos aislados en nuestras casas y se nos pide distancia social… Mueren nuestros seres queridos en residencias y hospitales, sin la compañía de alguien conocido. Los familiares, los hermanos de comunidad, no pueden estar cerca en ese momento definitivo de la vida. Se prohíben los velatorios por miedo al contagio. En muchos casos no se permite acompañar la ceremonia de la cremación o se retrasa el entierro del difunto o el depósito de sus cenizas… “hasta que la emergencia se termine”
En muchas ocasiones ciertos ritos son necesarios para expresar realidades humanas. Velar el cuerpo del difunto, orar por su descanso, acompañar a los familiares en su cremación o entierro, expresar el sentir por su muerte… todo ello nos prepara poco a poco el camino para asimilar su ausencia.
Esta pandemia nos arrebata, no solo la vida de nuestros seres queridos, sino también nuestro derecho a vivir el duelo por su pérdida, según nuestros modos conocidos de hacerlo, según nuestros tiempos. Nos coloca a la fuerza en unas condiciones que abonan la vivencia de lo que llamamos “un duelo difícil”.
Si no vemos, si no acompañamos al difunto, la noticia de su muerte nos puede parecer un sueño, algo irreal que en verdad no ha sucedido. Se nos hace difícil iniciar un duelo real en el que nos hagamos a la idea de que esa persona querida ya no está, ni estará más tal como le conocimos.
Si no nos abrazan quienes queremos, nuestra soledad se agranda al no recibir el consuelo que nos da el contacto y la cercanía de los nuestros.
Si las circunstancias en las que se produjo la muerte están cargadas de incertidumbre y envueltas en un entorno social de preocupación, de noticias inquietantes, resulta fácil que la mente rellene con pensamientos e imaginación los vacíos que nos dejó la realidad dejándonos a cambio miedos, culpas.
Algunas claves pueden ayudarnos a iniciar un proceso sano de duelo, en estos tiempos de distancia…
(Os comparto)
*Ana Mª Cantizano es psicoterapeuta del Centro Médico-Psicológico de la CONFER
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