Rafa Latorre centra su monólogo de las ocho de 'La brújula' en la declaración de Koldo García ante el Supremo, así como en el último Consejo de Ministros.
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Koldo García se acoge a la vieja fórmula: ni sabe ni le consta ni recuerda. El hombre que amenazaba con la mil maldiciones al Gobierno si le dejaban solo, ha perdido la memoria en el tiempo que ha pasado desde su detención. Será que no le han hecho sentir tan solo. Porque lo que la declaración del buen Koldo sugiere es que, después de un errático comienzo, hay una estrategia coordinada de defensa con el que fuera su jefe José Luis Ábalos.
Koldo ratifica su versión de los hechos y asegura que todo lo que dice Aldama es mentira. No hay comisiones ni trasiego de dinero a cambio de adjudicaciones. Con lo cual estaríamos ante un caso bien particular de corrupción. En el que hay un corruptor, que se ha autoinculpado ante el juez, pero no hay corrompidos. Víctor de Aldama estaría sufragando los gastos de Jessica y los pisos y los chalés en un arrebato de desprendida generosidad.
Lo cierto es que si el testimonio de Aldama tiene la verosimilitud que le concede la Fiscalía, el de Koldo difícilmente puede resultar verosímil, porque no hay una explicación de su súbito incremento patrimonial. Claro que está en su derecho de defenderse como buenamente considera. Sólo faltaría.
Ha elegido una vía bastante convencional. No recuerda, no le consta, no sabe.
No crean que la declaración de Koldo García no ha provocado algunas salpicaduras. Algún lamparón ha dejado. El caso más llamativo es alguien que ha adquirido una creciente importancia en esta trama. Carlos Moreno, el jefe de gabinete de la ministra de Hacienda… al que menciona en compañía de Víctor de Aldama.
Es curiosa la transformación de determinados personajes en esta trama. Entendida trama como el argumento de un serial. José Luis Ábalos fue expulsado del PSOE, sin esperar a más consideraciones que las que se concluyen de los informes policiales, Óscar Puente se apresuró a publicarle una auditoria incriminatoria. Ahora casi lo reivindican como un mártir, estamos esperando a su mudanza del grupo mixto al grupo socialista. El caso de Koldo también es llamativo. Empezó amenazando con las mil maldiciones que caerían sobre el Gobierno si él abriera la boca.
En cuanto se ha sentado ante un juez: ni recuerda ni le consta.
El Gobierno asiste al trasiego en los juzgados con expectación, pero con la apariencia de ser un sujeto pasivo. Es verdad que el caso está fuera de control. Lo máximo que puede hacer el PSOE es ayudar a Ábalos y a Koldo a encontrar una vía coherente de defensa, y es lo que parece que está haciendo. De ahí la conversión de Óscar Puente que empezó siendo un aguerrido fiscal contra Ábalos y ha terminado ejerciendo como perito de la defensa.
El PSOE podría ir aclarando cuál era la relación que mantenía con el partido Víctor de Aldama y por qué acompañaba al secretario de Organización en negociaciones tan delicadas como con Delcy Rodríguez en Barajas o los enviados de Juan Guaidó en la planta tercera de Ferraz.
Tras el Consejo de Ministros, la portavoz Pilar Alegría encontraba algunas dificultades para explicar la foto que hemos conocido más recientemente.
Este Consejo de Ministros en cambio se ha dedicado a tareas de cierto relumbrón propagandístico. Se ha sacado de la manga una ley para obligar a usuarios influyentes de las redes a rectificar informaciones falsas.
Esto forma parte de ese plan para la regeneración democrática cuyo principal afán es mostrar al gobierno como una víctima de buleros cibernéticos de intoxicadores seudomedios. Esta es la idea, no tanto una palanca ejecutiva como la creación de una atmósfera. Porque tampoco esto de ampliar el derecho de rectificación hace más ruido que otra cosa. Ahí están todos en las redes siguiendo el señuelo. Esta bien este párrafo de la información que firma Raúl Piña en El Mundo: «En un contexto donde La Moncloa articula parte de su mensaje en presentarse como víctima de la "máquina del fango", de los "pseudomedios" y los "bulos", se quiere sustituir la ley de 1984 por una completamente nueva»
Pero ahí está el primer ministro Félix Bolaños con su adanismo legislativo, presentando la sensacional novedad.
En el Congreso, el Gobierno gana tiempo. Porque ha congelado la inciativa de Junts para reclamar que Pedro Sánchez convoque una cuestión de confianza. Sencillamente han dormido el debate y han demorado una decisión para así darse tiempo para seguir negociando con Waterloo. No quieren desairar a su socio, del que depende el Gobierno, pero tampoco someter a Pedro Sánchez a una nueva derrota parlamentaria. Esta especialmente humillante.
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